martes, 3 de noviembre de 2015

#COLUMNA-OPINIÓN: El tiempo de las cerezas nunca llega en noviembre




"No te preocupes por mi soy como los gatos 
y caigo de pie.. y no me duele cuando me hacen daño"

A golpe de Bunbury siempre es una buena manera de empezar noviembre, casi un mes anodino y extraño, donde nada empieza pero todo continúa. Tal vez el tiempo se pare entre estos treinta días marcados por el vacío, por no destacar, y porque todavía no es invierno pero tampoco reina el otoño. Pero no estamos aquí para hablar del tiempo.

Las decisiones siempre son algo que nos llega de imprevisto. En muchas ocasiones, las demoramos hasta que escoger una opción u otra es precipitado. Otras muchas, aparecen sin avisar, como el agua al cuello, y no sabemos si dejarnos asfixiar o seguir nadando. Qué extraña y qué maravillosa puede llegar a ser la conducta que tomamos en estas situaciones, sacando lo mejor y lo peor de nosotros mismos. No nos queda otra, entonces, que patalear en el agua helada, porque la ansias de seguir viviendo son lo más fuerte que tenemos. Y no sólo por los años, sino por el anhelo de experiencias, que es la peor de las drogas que reclama nuestro organismo más espiritual.

Sí, es noviembre de nuevo, pero no llegarán las cerezas todavía. Y mientras trabajo y vivo en el mundo real, me gusta soñar que escribo muy lejos de esto (aunque no quiero alejarme demasiado). Porque por las tardes, en las que las obligaciones me lo permiten, me siento y vuelvo a ser mis personajes y ya no soy yo. Y eso me hace feliz, siempre me ha ayudado a levantarme y a que mi alma brille en su plenitud. No he conocido otra forma mejor de conocerme a mí misma, y de perdonarme por cómo llegué a ser, o cómo llegaré a ser.

Lo cierto es que ahora tengo muchos frentes abiertos, algunos me dan miedo y son oscuros, otros son grises y otros blancos. De eso se trata la vida, de eso se trata hacerse mayor. Tengo miedo, y desisto, pero soy valiente y peleo. Aunque me gustaría tomar el camino más corto, el fácil, temo arrepentirme. Así que tomo acuestas una pesada mochila, en la que el pasado casi no tiene cabida, y echo a caminar por esa senda interminable y arenosa, rodeada de verdes prados y frondosos bosques. ¿Tal vez alguno sea Marafariña?

Y hablando, escribiendo, de Marafariña otra vez. Porque está siempre en mis pensamientos de forma irremediable. ¿Y no es bonito, acaso, amar algo tan propio, tan mío? Sí, lo es.

Otro proyecto, precioso y diferente, me tiene absorta e ilusionada. Y sin embargo, no puedo dejar de decicar un puñado de minutos, de horas, a mi primera obra y a su continuación. Y mientras escribo esto, no puedo dejar de pensar en Olga, tumbada sobre una cama de un hostal cualquiera, tan torturada como siempre y más resulta que nunca a apretar los dientes y a perseguir lo que ama. Y en los auriculares adheridos a sus oídos, suena la espectacular voz de Bunbury, como en los míos, cantando sobre noviembre. Otra vez.

"Es momento de ir, yéndose poco a poco el tiempo de las cerezas nunca llega en noviembre no me apetece escribir, hay otras formas de huir y estar loco por solo..solo por loco"

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