martes, 24 de noviembre de 2015

#CINE: Ocho apellidos catalanes, el juego de los tópicos // **1/2



Estaba servida en bandeja de plástico recubierta de papel de plata. Y es que la productora de la película "Ocho apellidos vascos" sería una ilusa de no aprovechar el insólito tirón de la primera entrega, muy bien acogida por el público en general, que aboga por el cine español, rompiendo récords y reventando las taquillas del país. Una lástima que, en ocasiones, la búsqueda del beneficio económico deje a un lado la calidad de la comedia que aquí nos concierne.

Si la comedia sobre el andaluz y la vasca que se enamoran traía tras de sí un halo de frescura, buen humor y enriquecida por la cantidad de posibilidades que la cultura de las diferentes autonomías (y nacionalismos) nos otorga, esta segunda parte, ambientada en Cataluña, parece no haber conseguido ser tan hábil y atractiva.

Pero, ¿qué falla?

El reparto sigue siendo el mismo: Dani Rovira vuelve a hacer esfuerzos como actor sin lograr quitarse del todo el lastre de monologuista, Clara Lago juega su rol de chica vasca sin deslumbrar... pero Carmen Machi y Karra Elejalde siguen siendo los naturales, los imprescindibles, y los que se convierten en la parte más divertida (sino la única) de este film controvertido y un tanto acuchillante.Contamos también con Berto Romero, con una barba postiza porque tal vez el presupuesto no permitía que el humorista esperase unos días a que le creciera natural, y su abuela, Rosa María Sardá, a la que podemos considerar otro de los platos fuertes.

El primer fallo llega a los primeros minutos y se repite consecuentemente: el guion. Es torpe, poco hábil, metido a calzador y con situaciones cómicas muy forzadas que chirrían. Se busca el humor a toda cosa y, aunque en ocasiones lo consigue, creo que cualquier espectador se dará cuenta de que no es eso lo que ha ido a ver a la sala de cine.

Si en su predecesora los tópicos de vascos y andaluces son divertidos y con buena fe, parece que la figura de los catalanes se ha parodiado con algo de mala voluntad y, por qué no, mala leche. Ahonda la película en el conflicto de la independencia de cataluña con frivolidad, sin mostrarse comprometida. No es el momento de pensar, es el momento de creerse que el espectador se conformará con tres chistes y poco más. Pero eso no siempre funciona, y menos si hablamos de cine español (que sin duda es más criticado que el americano).

Los gallegos estamos de suerte, también tenemos nuestro momento de gloria al aparecer una gallega de Cangas de Morrazo, haciendo alarde de nuestro carácter inseguro, modosito y un acento desproporcionado. Uno de los momentos más graciosos y tiernos de la película.

Pero lo peor, lo que se cae a trozos, es el final. Ese final que se alarga más de media hora, plagado de tópicos, que gira entorno a una boda (¡otra boda! parece que no saben idear nada fuera de ese suceso que hace tiempo dejó de ser trascendental), la aparición absurda de las fuerzas de seguridad y una serie de giros argumentales que carecen de sentido alguno y buscan la comicidad rápida y sencilla.

Diré que me he entretenido durante la hora y pico que duró la proyección, que había un ambiente tranquilo en la sala de cine y que los espectadores, sin quedar maravillados, se han entretenido. De eso se trata el séptimo arte, aunque no puedo evitar pensar que todo el equipo que hay detrás de "Ocho apellidos catalanes" pudo haberlo hecho mucho mejor, pero no quiso invertir esfuerzos en ello.

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